domingo, 26 de junio de 2016

Reunión preducha.

Hay algo especial que tengo que remarcar de una ciudad tan tolerante como es Madrid; los gimnasios. Hacía mucho que no me apuntaba a uno (por no decir casi que era el primero), y me temía lo que me iba a pasar. Mi sueño desde pequeño siempre había sido vivir en el barrio de Chueca, en un piso bien hipster, pero me tuve que conformar con buscarme un gimnasio por allí. Cuando entré, la sensación de testosterona acechante se podía oler desde el primer momento. Me atendió una chica bastante jovencita, rubia, que me explicó todo lo necesario para pagar las cuotas, usar las máquinas y hacer culo en spinning. Al parecer a ella no le gustaba nada mi culo, y mira que siempre me he sentido orgulloso de ello, pero cuando dejó de preocuparse por él y centrarse en mí, me preguntó algo que si que no me esperaba. "¿Eres gay?" Así, sin paños calientes. Como un jarro de agua fría. Mira que me da igual que me pregunten mi sexualidad, pero ¿en un gimnasio? "Verás, es que puedes sentirte incómodo o no en los vestuarios, por eso te lo digo." Anonadado. Boquiabierto. Petrificado. Sin palabras. ¿Debía tener un carné especial que especificase que me gustan las barbas, o simplemente era una formalidad del barrio en el que estaba el gimnasio? ¿Y qué si no era gay? ¿Acaso somos carnívoros que devoramos la primera presa que se nos pone desnuda delante? 

Una vez había conseguido mi carné, huí de aquella mesa lo antes posible. Pasé los tornos tranquilo, y me metí al vestuario, no había nadie, me cambié tranquilo, y salí ha hacer un poco de ejercicio. Bueno, lo que me encontré delante no tenía precio. Yo iba a hacer ejercicio, ducharme y volver a casa, pero estar con los treinta tíos de las clases de karate, con pura hormona masculina en el ambiente, pues me hicieron perder un poco bastante la ecuanimidad. Pero el "peor" momento, fue la vuelta a los vestuarios. Sabía a que hora terminarían ellos de estar allí, así que diez minutos antes, me fui a la ducha. Sin embargo, estaba duchándome tranquilamente cuando un super chulazo se me pone al lado a enjabonarse y enseñarme su super rabo y su cuerpazo. El empalmamiento no se hizo esperar, y tuve que pensar en todo tipo de antierotismos para que volviera a su estado normal. Y así con los veintinueve restantes. También os digo que me sentí observado en varias ocasiones, y lo que podía haber terminado en una perfecta orgía, (que no hubiera estado mal), terminó con una cancelación de la suscripción al gimnasio y una buena ducha fría en mi casa. No voy a negar que aquello no me gustara, pero no podía evitar preguntarme si serían los gimnasios los nuevos cuartos oscuros, o si solo se habían convertido en lugares públicos legales para exhibirse sin problema. 

Y es que ahí esta la historia.

Muchos de mis amigos heteros, no voy a decir poco tolerantes si no, reacios a hacer bromas homo, me han contado que presa del narcisismo, se dejan mirar por los gays para que contemplen lo buenos que están, y ahí estamos nosotros para rendirles culto. Y ya no solo eso, si no que están obsesionados con entrar en un vestuario de chicas para verlas a todas en pelotas. Y eso precisamente tenemos todos los gays o lesbianas. Todos los tíos al alcance de la vista, por mucho que se tapen siempre tendremos esas bonitas duchas colectivas donde todos juntos nos lo miramos todo mientras nos enjabonamos. Puede ser que hasta yo mismo me haya respondido a mi pregunta y sí seamos depredadores carnívoros, pero ¿acaso no es natural calentarse, expresar deseo o follarse a un tío? Eso no tiene nada de animal, y puede ser increíble. 

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