domingo, 14 de enero de 2018

Después.

He aprendido a valorarme a mi mismo. Después de tanto tiempo caigo en la cuenta de que quererse a uno mismo es lo mas importante, y sobre todo ser honesto. Sin embargo, me arriesgo a escribir estas palabras a sabiendas de que yo no lo estoy siendo. Si lo fuera, le diría al chico que me gusta, que me gusta de verdad. Que mis sentimientos van más allá de lo que él quiere negar que yo siento. Y entonces, y solo entonces sufrir. Pero sufrir y pasarlo mal sabiendo que lo que viene será mejor para mí.

Pero ahora no lo considero una opción.

Muchas veces se me pasa por la cabeza la idea de que si no salgo de fiesta, jamás conoceré al chico indicado. Al chico que me abrazará por las mañanas y que se acordará de regalarme una rosa y un libro el día de Sant Jordi. Ese chico especial al que no le tenga que recordar qué día es mi cumpleaños porque ya lo sabe, y me sorprenda cada día. Que me reconozca en su sonrisa y me de la felicidad que jamás nadie me ha dado. Pero ahora estoy sufriendo, y aunque a nadie le importe, a mi sí.

Sufro porque mi alma llora por dentro por adorar un cuerpo que jamás adorará el mío. ¿Por cobardía? Puede ser. Aún lo estoy verificando, pero son cosas que la vida te presenta y debes superar. No sé como darle la espalda a algo que me hace feliz con todo mi corazón. Con todo mi ser. Como decirle adiós al hombre que me llena de sonrisas cada mañana y me amarga la existencia no poder besar sus labios. Que los tengo tan cerca pero a la vez tan lejos... Una piel suave que me invita a acariciarla pero no se deja y se eriza cuando roza la mía. Un pecho que palpita más fuerte cuando estoy cerca aunque lo tape con palabras sin significado.

Hoy me he levantado y me he dicho que debo empezar a valorarme a mí mismo y ser honesto, pero no puedo. No sé lo que es hacerlo si estoy pensando en los demás.

Piñata.

Que como todo empieza acaba, y viceversa, está claro. Pero para que algo empiece tendremos que tomar decisiones. La vida es una constante línea curva por la que tenemos que ir andando como si estuviéramos haciendo equilibrio. O quizás no. Quizás no sea más que una distorsión en el agua y no sea más que una puta línea recta sin complicaciones.

La vida madrileña cada día se me hace más dura. Se me hace más dura vivirla con ese no se qué que llamaré calentito en el alma. Encuentras personas que te lo dan y personas que te lo quitan y en ocasiones, más de las que piensas, ambas opciones las llevan a cabo las mismas personas. Personas que entran en tu vida como una bala de cañón y te causan ese efecto de vuelco en el pecho y parón del tiempo. Son las llamadas mariposas del momento, de las que no sabes si fiarte o no. Y te fías. Y te sale mal. Muy mal. Y para cuando te das cuenta tienes todas esas mariposas muertas dentro del estómago y no sabes qué hacer con ellas. Y te das cuenta de esto cuando menos te lo esperas. Cuando todas han dejado de revolotear por dentro y sientes ese vacío que te provoca este tipo de persona. Pero te da igual, te fías porque las quieres. Y así nos va. Aún no sé si me fío de esto que me esta pasando. No se si son mariposas, elefantes o que lo que me vienen por dentro. 

Son golondrinas que vuelven sus oscuros nidos a colgar. Es el novio y Leonardo de Lorca luchando por la Novia. Es Han Solo y Leia besándose apasionadamente. Y esperas. Y te impacientas. Pero te cansas. Yo al menos estoy harto ya de todo, de llorar y de sufrir por las personas que quieres y de las personas que no te quieren de la misma manera. Estoy harto de llorar por las noches porque no me van a querer como quiero y de tener esa sensación de soledad.

¿Y sabéis que es lo peor?

Estar rodeado de gente que te hace sentir feliz y realmente estar sufriendo. Tener un momento de debilidad continuo y solo reír mientras sufres. Porque al fin y al cabo es eso. Sufrir riendo o reír sufriendo, porque en el fondo sabes, que lo que sientes es una línea curva de la que te vas a caer.