martes, 31 de octubre de 2017

Si pasa, se le saluda.

Tengo ganas de decirlo, necesito enamorarme. Qué pasa cuando te das cuenta de que echas de menos el sentirte querido, el que alguien se preocupe por ti, que esté esperando en su cama con el móvil encendido a que le digas que ya has llegado... Echo de menos el sentirme querido y sobre todo, de manera especial. Y es que esto es un llamamiento para todos los tíos habidos y por haber, homosexuales y bisexuales de Madrid ¿acaso os habéis escondido de mí?

Un chico me dijo una vez, que hay que ser honesto con nosotros mismos. Que nuestra vida la vivimos nosotros y no la viven los demás. Y aquello me ha dejado marcado bastante. ¿No es eso lo que deberían enseñarnos desde pequeños? Es triste que alguien como yo, un chico normal de veintiún años, gay y un poco loco tenga que darse cuenta tan tarde. Y es que os lanzo una pregunta, si uno no se quiere a sí mismo tal y cómo es, ¿será posible que pueda alguien enamorarse de él/ella? 

A veces creo que soy como una especie de pieza de museo. Una joya de la corona expuesta para todo el público, que gusta y es llamativa, pero que nadie se atrevería a robar. ¿Por qué? ¿No hablamos siempre de que quien no arriesga, no gana? Creo fervientemente en que no hay nada más difícil que el amor, de verdad. Pero si yo, que soy el que siempre acaba perdiendo en este juego absurdo, estoy dispuesto a darlo todo, ¿por qué los demás no? Creo que también tengo derecho a sentirme querido de esa manera que a tanta gente le gusta. Creo que a parte de ser un juguete sexual, también puedo ser algo más. 

Y es que creo que el romanticismo ha muerto definitivamente. Ya no existe en Madrid o de dónde cojones seas. No existe y es triste. Tanto o incluso más que un chico normal de veintiún años, gay y un poco loco tenga que darse cuenta de que es hora de empezar a vivir su vida.


viernes, 27 de octubre de 2017

Carta a mi yo presente.

Todo vuelve. Todo. 

Las estaciones pasan y sabes que después del verano, llega la hora de coger el abrigo y rodearse del aroma a hoja caída del otoño. Sí, hoy he vuelto. Como todo. He vuelto a darme cuenta de lo que soy, de lo que me falta, de lo que echo de menos y lo que no echo de menos, y sobre todo, de que aún me queda mucho por caminar. Es curioso como todas las ocasiones en las que alguien me pregunta si me he enamorado, tan sólo sepa responder que me pasó una vez. Y así es.

Una vez.

Una vez en la que mi corazón consiguió detenerse por unos instantes al verte pasear por los pasillos diáfanos de la universidad. Una vez en la que mi cuerpo decidió entumecerse y únicamente, sonreírte. Aún te recuerdo, y aún recuerdo aquello como si fuese ayer. Porque todo vuelve, todo. 

Hoy has vuelto y me arrepiento. Has aparecido como si todo aquello que vomité una vez, no hubiera servido para nada. Todas esa lágrimas en vano derramadas, o todos aquellos gritos de dolor que trataban de que el corazón roto no doliese tanto. Aún te recuerdo rodeándome con tus brazos. Porque todo vuelve, todo.

Creía haber olvidado qué es oírte cantar. Había olvidado lo maravilloso que es verte a través de las teclas de un piano cantando mi canción favorita, ahora dirigida para otro. Pensé que jamás volvería a acordarme de las veces en las que reímos juntos y en lo mucho que me gustaba tu sonrisa que hacía entrecerrar tus ojos. Creía que había olvidado las ganas que tenía de besarte cuando tu mirada se juntaba con la mía. Quizás reaccioné mal y pensé que el sexo sustituiría las ganas de encontrar el amor que perdí contigo, porque sí... creo que estuve enamorado de ti. Nunca te lo dije, aunque tu ya lo sabías. Tus manos junto a las mías aquel día, en aquella cafetería un Febrero por la tarde. No hacía falta decir nada. Solo el silencio. Y aún te echo de menos. Me da igual el sexo, las mamadas, el ligoteo en las discotecas. Me da igual. Porque dónde quedaste tú. Abandonado en mi subconsciente. Más que abandonado, encerrado quizás. 

Alguien te ama, o alguien no te ama, y lo demás son gilipolleces. Recuerdo todo, porque todo vuelve, todo. Porque aún recuerdo, lo que perdimos aquel día.